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30 diciembre 2008

Apareció la primera fábrica de cañones debajo de una escuela en San Telmo. + Breve Reseña Histórica del Comando de Arsenales

ARQUEOLOGÍA URBANA


Contenido
Apareció la primera fábrica de cañones debajo de una escuela
Breve Reseña Histórica del Comando de Arsenales
Más sobre los cañones de San Telmo: Coronel Ángel Monasterio
Fábrica de fusiles de Jujuy y Tucumán
Fuentes.


Apareció la primera fábrica de cañones debajo de una escuela

Los casi 300 alumnos de la Escuela N º 26, ubicada en San Juan al 300, en el barrio de San Telmo se revolucionaron ante la noticia del hallazgo de los restos de una fábrica de cañones que funcionó allí entre 1813 y 1822, año en que se mudó a la zona de la Plaza Lavalle , frente a Tribunales. Para la misma época se puso en funciones la fundición de la provincia de Jujuy. "Ambas hacen a nuestra Independencia".

La idea de los expertos es seguir excavando en toda la manzana, donde hay otros edificios históricos como la Iglesia San Pedro Telmo, que data de 1734. Hasta ahora, sólo encontraron restos de escoria (la basura de la fundición), minerales de cobre, ladrillos coloniales, pedazos de cerámica y de vidrio, y carbón mineral, que se usaba como combustible.

El descubrimiento tuvo lugar durante las tareas de ampliación del jardín que funciona en el colegio. "Veníamos buscando el lugar porque hay registros de la época que dan cuenta de esta fundición de cañones, la única que funcionaba en Buenos Aires en esa época, pero apareció de casualidad", contó Marcelo Weissel, que trabaja en el lugar junto a un equipo de arqueólogos del programa "Bajo las baldosas".
El ministro de Educación porteño Mariano Narodowski, se comprometió a terminar la obra lo más pronto posible y conservar el lugar por su "alto valor histórico".
Los trabajos arqueológicos no influyeron en el ritmo habitual de la escuela. La idea es aprovecharlo pedagógicamente y poder acercar a los chicos con la historia. Fue una gran sorpresa, ya que hasta ahora se creía que allí funcionaba un cementerio. Ya planean un museo en el lugar.
Mortero Monasterio


Breve Reseña Histórica del Comando de Arsenales

La Especialidad de Arsenales nació con los albores de la Patria.
Al producirse la Revolución de Mayo en el Virreinato del Río de la Plata solamente existía la "Armería Real ", en el Fuerte, en la que revistaban un maestro mayor de armería, ocho oficiales y peones, que apenas funcionaba como depósito y lugar de taller de reparaciones pero sin capacidad de producción; y el "Parque de Artillería" que almacenaba los cañones, obuses y morteros que se encontraban fuera de servicio. No había taller alguno de consideración para la compostura y menos para la fabricación de armas.

Por el año 1806, antes de las Invasiones Inglesas, existió en Buenos Aires el Cuerpo de Maestranza de Artillería, dividido en dos secciones: carpintería y herrería. Dicho Cuerpo efectuaba actividades tales como reparar armas, reparar y construir bases para cañones de batalla, de plaza y carruajes, construir lanzas, sables y espadas, almacenar pólvora y mantener en depósito el material de artillería fuera de servicio. En estas provincias sólo se fabricaban armas blancas.

Durante las Invasiones Inglesas se destacó la participación del Sargento Mayor de Artillería Esteban de Luca, quien con su empeño y creatividad organizó los primeros servicios para la fabricación de cañones y fusiles. Al mismo tiempo, Domingo Matheu se encontraba instalando la primera fábrica de pólvora y municiones que será luego fábrica de fusiles a partir del 2 de septiembre de 1810.
La provisión de armas y pólvora fue una prioridad para los primeros gobiernos patrios. Como primera medida se confiscaron todas las armas existentes en el vecindario y se comisionó entre otros a Manuel Aniceto Padilla para adquirir armas en Inglaterra.

En 1810 bajo la dirección del coronel Ángel Monasterio, se funden los primeros cañones.
En mayo de 1812, el Triunvirato encargó a Monasterio que instalara una fábrica de cañones en dos naves desmanteladas de la iglesia destechada de la Residencia, situada en las calles Liniers y Núñez (actuales Defensa y Humberto 1°), San Telmo, Buenos Aires.
Monasterio sólo había visto fundir cañones una vez en Sevilla pero aceptó el encargo y fue capaz de llevarlo a buen puerto.

Por decreto del 14 de julio se comunicaba haber hecho en la fábrica de la Residencia el primer ensayo de fundición vaciando un mortero de 12 pulgadas cónico, a lo “Gomer”, por el apellido del general que los había introducido en el ejército francés en 1765. Eran piezas muy cortas, de tiro curvo, que lanzaban bombas huecas rellenas de pólvora.

En 1811 se estableció una fábrica de fusiles en Tucumán bajo la Dirección de Clemente Zavaleta y una fábrica de pólvora en Córdoba.
Manuel Belgrano establece, en 1812, una fábrica de cañones en Tucumán y Jujuy que estuvo ligada al accionar del general Belgrano como Jefe del Ejército del Norte, pero no prosperó.
(ver nota aparte).

A la hora de la emancipación americana, la futura especialidad de arsenales se hizo presente con su esfuerzo silencioso y fecundo cuando, el General San Martín a fin de solucionar el problema de abastecimiento del Ejército de los Andes, nombró a Fray Luis Beltrán a cargo de la maestranza y laboratorio del Estado de Mendoza, debiendo cumplir con la misión de forjar las armas que llevaron por América el grito de libertad.

El 19 de enero de 1816, el ya Capitán Esteban de Luca fue designado Director de la Fábrica de Fusiles, donde se obtenía igual calidad que en las experimentadas fábricas europeas.

La totalidad de los establecimientos que configuraban el Servicio de Arsenales, en la medida en que pudieron subsistir, fueron reunidos en 1817, bajo un mando común, pasando a depender de lo que posteriormente sería la Inspección General del Ejército.

A través de un decreto del 24 de septiembre de 1822 se dispuso marcar el armamento con la inscripción de Buenos Aires, penando con arresto y pago del valor del arma al que la perdiese, aumentando dicha pena para aquel que comercializara con ellas.

En 1827, también por decreto se creó la maestranza de artillería en la cual se capacitaban los oficiales en tres ramas: carpintería, armería y mixta (dedicada a la fabricación de munición).

Durante la presidencia de Julio A. Roca, su ministro de Guerra, General Victorica, dispuso la constitución del "Arsenal de Guerra", que fue el primer elemento de Arsenales orgánico del Ejército producto de un plan preconcebido y estudiado. La tarea fue encomendada al Coronel Domingo Viejobueno, y para su asentamiento se construyó un edificio en el predio ubicado entre las calles Combate de los Pozos, Pichincha, Caseros y Garay.

Posteriormente, en 1885 con el nombre de Arsenal Principal de Guerra se creó el actual Batallón de Arsenales 601, en 1863 se creó la Dirección General de Materiales y en 1897 la Dirección General de Arsenales de Guerra, cuya finalidad era coordinar la actividad de todos los talleres y fábricas; su primer Director fue el Coronel Pablo Riccheri.

Dada la cantidad de materiales, la diversidad de procesos de fabricación y la necesidad de abastecer racionalmente a las Unidades, y para cumplir con dicha finalidad, se creó la Escuela de Operarios Militares, a fin de dotar con personal idóneo a los Arsenales y Talleres del Ejército.

En 1921 se creó el Batallón de Arsenales como dependencia de la Dirección General de Materiales del Ejército (DGME) y entre los años 1943 y 1954 se crean talleres en distintos puntos del país para lograr un eficiente apoyo zonal.
En 1964, como consecuencia de las modificaciones operadas en la organización del Ejército, la Dirección General de Materiales del Ejército se transformó en el Comando de Arsenales.

Por ley 19.101 del año 1971, el Presidente de la Nación decretó la creación del Escalafón "Servicio de Arsenales" en la categoría Personal Superior dentro del Cuerpo Profesional, a partir del 01 de enero de 1972, expresando que: "...razones orgánicas determinaron la conveniencia de contar con Personal Superior especializado en Arsenales, a fin de que las funciones típicas del mismo, sean cumplidas por personal especialmente reclutado y capacitado a tal fin; que la experiencia aconseja que dicho personal se forme en el Comando de Institutos Militares, mediante su reclutamiento por el Colegio Militar de la Nación", egresando de esa casa de estudios, a partir de 1976 los Oficiales de Arsenales.
El espíritu que los anima quedó demostrado durante la Guerra de Malvinas, donde superando obstáculos, apoyaron a las tropas permitiéndoles mantener su capacidad y potencia de fuego.
Desde 1987 bajo la denominación de "Dirección de Arsenales", la especialidad adquiere la organización actual.
Hoy, numerosos son los Arsenaleros que, formando parte de las misiones en la Organización de las Naciones Unidas, participan en la importante tarea de mantener la paz en el mundo.
La evolución orgánica y tecnológica ha dado a esta Especialidad singular importancia por lo que sus miembros forman parte del Cuerpo de Comando del Ejército.


Más sobre los cañones de San Telmo: Coronel Ángel Monasterio

El Coronel Ángel Monasterio Ibañez, fue ingeniero, militar y político argentino de origen español, participó en la organización militar de las Provincias Unidas del Río de la Plata, fue miembro del Estado Mayor del gobierno revolucionario de Buenos Aires en 1811, responsable de la construcción de baterías, y de los primeros cañones y morteros fabricados en el Río de la Plata.
Nació en Logroño, La Rioja, España, el 28 de febrero de 1777.
Bajo la dirección de su padre inició sus estudios de escultura que amplió en Madrid, en la Real Academia de San Fernando, distinguiéndose pronto en los concursos generales de 1796, en los que obtuvo el premio de segunda clase y, en 1802, el primer premio de primera clase.
Fue designado académico de mérito en 1803, y asumió la cátedra de dibujo en la Academia de Guardiamarinas de Cádiz, en 1808.
La situación política de España tras la invasión napoleónica lo llevó a servir en la administración pública dirigida por la Junta de Sevilla. En 1810 se lo destinó a la administración de correos de la villa de Potosí. Una vez en el Río de la Plata, se desempeñó como empleado de comercio de su futuro cuñado, Manuel de Sarratea.
Simpatizó con la Revolución de Mayo. El 19 de noviembre de 1811 el Primer Triunvirato creó un Estado Mayor y Monasterio fue parte del mismo como responsable del cuerpo de Artillería.

Se casó en 1813 con Juana Sarratea, hija del comerciante Martín de Sarratea. Su esposa recibió en herencia la llamada "Casa del virrey" por haberla habitado entre 1805 y 1809 Santiago de Liniers y Bremond, quien estaba casado en segundas nupcias con Martina, otra de las hijas de Sarratea. La casa se encuentra en la Calle Venezuela 469, entre Defensa y Bolívar, en el barrio conocido entonces como Bajada de los Dominicos, cerca del convento de esa congregación.

Baterías sobre el Paraná
El 7 de febrero de 1812, llegó a la Villa del Rosario para iniciar las tareas que se le encomendaron en concurso con Manuel Belgrano tendientes a la fortificación de las barrancas del Río Paraná a la altura de dicha localidad, así como la construcción de baterías en las islas adyacentes. Para la construcción de los bastiones se solicitó la colaboración de los vecinos a fin de acelerar los trabajos que duraron dos semanas, al término de las cuales, el día 27 enarboló Belgrano por primera vez la enseña argentina. Monasterio fue así de los primeros oficiales en jurarle obediencia. También hizo un cuidadoso estudio hidrográfico del río Paraná.

A finales de 1812 el Segundo Triunvirato encargó a Pedro de Cerviño la creación y dirección de una Academia de Matemáticas para militares y la sometió posteriormente a la consideración de la Asamblea del Año XIII. El gobierno había dispuesto que se enseñara arquitectura civil, militar y naval y sería de asistencia obligatoria para los cadetes de la guarnición.

Ángel Monasterio presentó otro plan de estudios que se concentraba exclusivamente en las materias militares.

El 22 de julio de 1812 se fundió un mortero de bronce, de ánima tronco-ojival hacia la recámara (cónico, a la Gomer), de calibre 12 1/2 pulgadas y el 24 se sacó del molde. El teniente coronel Ángel Monasterio fue ayudado por Simón Araoz: el primero aportó sus conocimientos teóricos y el segundo los prácticos. El segundo mortero fue realizado el 15 de agosto de ese año. Se usaron como moldes unos morteros fundidos en Sevilla en 1724 y 1727. Las armas se bautizaron "Túpac Amaru" y "Mangoré".
Los morteros fueron trasladados con grandes dificultades a Montevideo, sometida entonces al segundo sitio por las fuerzas del General Rondeau, y montados en batería con la intervención del barón Holmberg. Fueron rebautizadas "Boca Negra" y "Manduré" y el 13 de septiembre de 1813, a las dos de la mañana iniciaron el bombardeo la plaza. Gaspar de Vigodet, gobernador de la plaza, ordenó el retiro de las familias a los barrios del oeste de la ciudad (hacia el Hospital y las Bóvedas) e hizo instalar un vigía en lo alto de la Iglesia Matriz para hacer repicar su campana como advertencia a los ciudadanos para que se protegiesen. El "Boca Negra" salió de servicio rápidamente pero el "Manduré" siguió efectuando bombardeos nocturnos (durante el día actuaban los cañones), si bien en ocasiones con largos intervalos, hasta el 10 de octubre a las 20 hs cuando después de haber efectuado 296 disparos estalló con lo que cesó el bombardeo.

"26 de octubre de 1813. Nos llegó la infausta noticia de haberse inutilizado el único mortero que nos había quedado con el que echábamos bombas a Montevideo, pues pocos días hacia que había llegado a esta capital el primer mortero que a fuerza de echar bombas había reventado por los muñones y este único que había quedado corrió haciendo fuego la misma desgracia, pero con el consuelo de haber entrado en la plaza rebelde de Montevideo mas de 300 bombas que, aunque no los ha rendido les ha originado muchos daños." (Beruti, Juan Manuel, Memorias curiosas, pág. 235).

Los realistas respondían mediante los disparos de la cañonera Bombillo , situada frente al Arroyo Seco, que disparaba sobre el reducto sitiador, situado entre los médanos de esa zona.

Un tercer mortero, con características semejantes a los dos anteriores, fue fundido a principios de 1813, y denominado "Monasterio", en honor al director de la fábrica. Alentados por el éxito, y una vez que el personal había adquirido mayor experiencia, se intentó la fundición de cañones, requeridos con mayor urgencia por los ejércitos de campaña. Los primeros cañones livianos (de calibre 8 y 12 pulgadas ) se fundieron a comienzos de 1814 y se construyeron un total de ocho, los primeros cuatro de calibre de 8. Los montajes fueron efectuados por la Maestranza de Artillería, anexa al Parque y fueron entregados al Regimiento de Artillería de la Patria.
Destacado miembro de la Logia Lautaro , a principios de 1814 se lo ascendió al grado de coronel, con el nombramiento de jefe del regimiento de Artillería, y días después el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas lo designó miembro del Consejo de Estado. Al finalizar ese año se le confirió el empleo de Cuartel Maestre General del Ejercito Auxiliar del Perú, a las órdenes del general José Rondeau.
Tras la caída de Carlos María de Alvear, Monasterio se vio también arrastrado al igual que muchos partidarios del general. Fue arrestado, enjuiciado como reo de lesa patria y condenado a la licencia y separación absoluta del servicio el 17 de mayo de 1815, aún cuando la sentencia dictada por la Comisión Militar decía que esa disposición: "no podía en ningún tiempo inferir el menor perjuicio ni desdoro a su buen nombre y reputación justamente adquirida, ni a los distinguidos servicios que ha prestado a la patria"; mientras que por su parte, el mismo fiscal que aconsejaba su separación del servicio militar recomendaba también que: "esto no fuera obstáculo para ser empleado según sus conocimientos científicos y circunstancias recomendables que concurren en su persona".

Estando arrestado en su propia casa fue autorizado para trasladarse a Río de Janeiro, Brasil mientras su esposa permanecía en la ciudad. En esas circunstancias perdió su patrimonio, y la injusticia de la condena sufrida y ver a su familia sumida en la desgracia y la miseria lo deprimió hasta el punto de afectar su razón. Es en ese contexto que se ve involucrado en el suceso más oscuro de su carrera. Alvear envió un detallado informe al ministro español en Río de Janeiro detallando la fuerza efectiva de línea que tienen las Provincias del Río de la Plata que están en insurrección, esto es tropas de infantería, caballería, artillería y cuerpos cívicos, así como informes de contexto acerca del avance del programa de San Martín en Mendoza, la moral de las tropas, la deserción y la situación política de las provincias. Tras esto, encargó a Ángel Monasterio hacer llegar al ministro español un plano de Buenos Aires con el plan de defensa que se había preparado en caso de invasión.

Cuando, a mediados de 1817, los portugueses invadieron la Banda Oriental y ocuparon Montevideo, decidió finalmente instalar un negocio en Montevideo y embarcó en la fragata inglesa Juana el 6 de septiembre de 1817. El 18 de septiembre de 1817 Ángel Monasterio perdió la vida en el fuerte temporal que se desató en las playas de Santa Rosa, departamento de Canelones, en Uruguay, cuando faltaban menos de cuarenta millas para llegar a destino.

En su homenaje, el Batallón de Arsenales 602 del Ejército Argentino lleva el nombre de "Coronel Ángel Monasterio". También lleva su nombre una calle de Buenos Aires, que corre entre Pichincha y Alberti, desde Caseros hasta Mirave.


Fábrica de fusiles de Jujuy y Tucumán

La fábrica de fusiles de Jujuy y Tucumán fue fundada a fines de 1810 y se veía favorecida por la existencia dentro de esa provincia, de las materias primas necesarias, es decir, maderas y metales. Funcionó probablemente hasta 1819.
Su primer director, con el título de “protector” fue Clemente Zavaleta, alcalde de primer voto del cabildo de esa ciudad. El 25 de enero de 1811 se nombró maestro mayor de la fábrica a Francisco de Eguren, a pesar de lo cual diez meses después de instalada se contestaba al gobierno de Chile, que no pasaba de “una oficina de ensayos”.

En 1812 el gobierno central encaró la producción de piezas de artillería y para ello se designó a Don Ángel Monasterio y al Barón de Holmberg, al mando de una fábrica instalada en Jujuy.

Holmberg hizo un relevamiento de los distintos elementos existentes, tales como: piezas de artillería, juegos de armas, municiones de artillería, armas manuales de fuego (fusiles, carabinas, pistolas y trabucos), blancos para tiro, fornituras, utensilios, balas, metrallas, pertrechos de guerra para fabricar municiones, monturas y atalajes, detalle de herramientas de carpintería, talabartería, hojalatería, armería y fundición, etc. Asimismo, solicitaba que le enviaran desde Buenos Aires los elementos necesarios que no había en esos pueblos. Estos eran: barrenas, hojas de cepillo, limas, escofinas, formones, cuchillos para talabarteros, tijeras para hojalateros, martillos, tornos de mesa, palas, picos, azadas, terrajas, etc. Para la fabricación de cartuchos de cañón se pedían 60 piezas de lanilla y para los de fusil 130 resmas de papel común, hilos de “acarreto”, hilo de sastre, velas de cera, 43.000 piedras de chispa, etc. También se necesitaba pólvora. El gobierno hizo varias remesas de los artículos pedidos, entre ellos algunos barriles de pólvora de Chile.

Se empleaban 63 jornaleros civiles y 18 militares. Este personal ocasionaba un gasto de casi 2.000 pesos por mes. Tanto Belgrano como Holmberg buscaron reducir los gastos y ver de qué manera a través de algún tipo de contribución se podría atenderlos.

Belgrano en oficio del 3 de junio al gobierno, se quejaba de la falta de formación del personal: “el vizcaíno (Eguren) no es más que un practicón de fabricante de armas, sin entender palabra de mecánica, y que el protector y otros satélites que hay empleados son absolutamente ignorantes en la materia; es pues preciso buscar un inteligente que se haga cargo de ella.
Además indicaba que había dado órdenes para que se hicieran llaves a la francesa o a la inglesa en lugar de las españolas. Consideraba conveniente que el herrero Carlos Celone que se hallaba en Buenos Aires prestara sus servicios para esta fábrica dado que era “muy hábil y tiene conocimientos”.
Celone posteriormente fue el herrero que hizo la prensa para estampar en seco el sello con el escudo aprobado por la Asamblea de 1813, y además fue armador de barcos corsarios. A mediados de 1812 había sugerido que se formaran compañías de cívicos de acuerdo con las profesiones. A pesar del pedido de Belgrano, éste nunca fue enviado a Tucumán.

La Fábrica de Fusiles de Tucumán se dedicó también a preparar algunos pertrechos destinados al Ejército del Norte. Precisamente, en un oficio de Belgrano fechado en Jujuy el 18 de junio de 1812, señalaba los defectos en la fabricación de cartucheras. Estas no sólo no tenían la medida del cartucho, sino que además los agujeros estaban llenos de barbas, lo que inutilizaba los cartuchos. Se impuso un nuevo método propuesto por el Barón de Holmberg para solucionar este problema.

A pesar de todos los inconvenientes, el general Belgrano, con fecha 28 de julio de 1812, informaba que la fábrica de fundición establecida en aquel ejército bajo la dirección del barón de Holmberg adelantaba y ya se habían fundido morteros de 8 pulgadas , dos obuses de a 6 y 3 líneas y se seguían moldeando culebrinas de a 2. Se fundaron sendas Fábricas de armas en Buenos Aires y Tucumán.

La fábrica de Tucumán fue ocupada por las tropas de Pío Tristán previo a la batalla de Tucumán y al retirarse fue destruida por su orden.
El general realista no pudo aprovechar el material retirado de la fábrica, pues perdió su tropa de carretas y no disponía de elementos para transportar los tornos. Según informe de Zavaleta al Triunvirato éste se llevó algunas herramientas, inutilizando otras y ocultando las más en los pozos de balde ubicados a extramuros, de donde se sacaron 18 y se continuaban buscando los que faltaban.

El 11 de octubre Belgrano se dirigía al gobierno pidiéndole el envío de 30 hornos, 16 yunques y 20 linguotes de 3 varas de largo y 5 de 6 pulgadas de grueso. Este pedido fue satisfecho de inmediato dado que fue remitido con fecha 26 de octubre.

A raíz de numerosas notas de Belgrano en relación a las necesidades de la fábrica de fusiles, el gobierno envió a Manuel Rivera, armero y mecánico competente para que “metodice, adelante y perfeccione el trabajo de la fábrica de fusiles de dicha ciudad”.
Rivera era español. Trabajaba como armero en Buenos Aires a fines del siglo XVIII, fue maestro mayor de la Real Armería de la plaza; y tuvo una destacada actuación durante las invasiones inglesas, como soldado y artesano, por lo cual fue designado el 19 de marzo de 1807: “Maestro Mayor de Armeros del Real Cuerpo de Artillería en el Departamento de Buenos Aires”. En 1810 era coronel urbano pronunciándose de inmediato por el movimiento de mayo.

La fábrica de Tucumán produjo también armas blancas, espadas y sables. Aparentemente, tales armas eran más de la especialidad de Rivera, quien realizó dos viajes a Buenos Aires y en noviembre de 1814 fue nombrado director de la fábrica de armas blancas de Córdoba, instalada en Caroya.

Por otra parte, Zavaleta –quien no se llevaría bien con Belgrano- presentó su renuncia a fines de 1812, reiterándola en enero de 1813, siéndole aceptada en esa oportunidad. El alférez de artillería Juan Zeballos fue nombrado para recibir los útiles del establecimiento bajo formal inventario, quedando Rivera a cargo de la fábrica. No queda claro cómo se distribuyeron sus funciones Eguren, Rivera y luego Huidobro.

Belgrano en oficio del 26 de febrero hacía referencia a la situación de la fábrica de fusiles y a la actuación de Eguren: “Ya he dicho antes de ahora a V.E. que para establecer como corresponde la fábrica de fusiles de Tucumán, es necesario un hombre que tenga conocimientos fundamentales en la materia. El vizcaíno Eguren es muy útil; ha servido muchísimo y muy bien, pues a su celo e inteligencia se debe el haber compuesto más de quinientos fusiles antes de la acción de Tucumán y el haber puesto corriente todo el armamento para esta expedición; pero no sale de la esfera de un mero practicón y, por lo mismo, no es suficiente para el perfecto arreglo de la fábrica”.

A pesar que Belgrano menciona la inutilidad del cargo de protector -entonces vacante- Feliciano Antonio Chiclana designó en ese cargo en carácter de interino a Simón Huidobro a comienzos de 1813. Se deduce del Reglamento que regulaba las funciones del protector y del director, que el segundo tenía un cargo más técnico.

El 12 de septiembre de 1813 se nombró administrador a Juan Antonio Lobo y el 8 de febrero de 1814 se designó director a Leonardo Pacheco.

La fábrica de Tucumán, al igual que la de Buenos Aires , tuvo que sufrir la estrechez económica propia de la época. Por ello, en algunas oportunidades obtuvo los fondos destinados al sostenimiento de la fábrica de las temporalidades de Catamarca.

A juzgar por el testimonio de Belgrano, la fábrica inició la elaboración íntegra de fusiles, inclusive de cañones, mencionando éste que tres reventaron de la primera partida. La forja de los cañones era labor delicada y cualquier defecto llevaba con facilidad a que el cañón reventara inutilizando el arma, y, a veces, también al tirador. Las primeras llaves, del modelo español, eran según la nota de Belgrano, toscas y pesadas y los muelles tan fuertes que rompían las piedras. Las herramientas solicitadas y remitidas estaban destinadas a fabricar llaves de fusil y sus tornillos. Es probable que se haya dejado de lado la forja de cañones en fecha temprana, dado que en la segunda nota de Belgrano hace referencia a la reparación de armamentos y no a su fabricación.

La fabricación de llaves destinadas a fusiles capturados del enemigo que se encontraban sin ella, permitió su reutilización sin necesidad de fabricar nuevas armas.

La fabricación de llaves y cañones se llevaba a cabo para esa fecha, siendo sin duda más extensa la de cajas de fusil, de las que se surtía a los otros establecimientos, como la fábrica de Buenos Aires y los talleres de Mendoza. Aparece un envío de 500 a Buenos Aires a principios de 1811. Todavía en 1819, Toribio de Luzuriaga, gobernador de Mendoza, recibió un cargamento de cajas de fusiles desde Tucumán y hacia esa misma fecha, se hicieron envíos de éstas a Buenos Aires.

Lo más probable es que después de los primeros ensayos de fabricar armas completas, la fábrica de Tucumán se haya dedicado a la compostura de armas en gran escala, especialmente del Ejército del Norte. Para junio de 1813 se habían reparado seis mil fusiles, lo que originó los elogios de Belgrano a Eguren, después de sus primeras críticas.

En 1814, al hacerse cargo San Martín del mando del Ejército del Norte, insistía ante el Gobierno Nacional, en notas dirigidas al Poder Ejecutivo. En una nota de 10 de febrero de ese año, solicitaba le mandaran un oficial inteligente para que construyera moldes necesarios como se hacía en la fábrica de Buenos Aires. Pocos días después, el 23 de febrero, le solicitaba que le enviaran por el mismo correo un barreno para barrenar cañones de fusil. Lo necesitaba para modelo porque los que se usaban allí eran los cuadrados que hacían el trabajo difícil y moroso.

En los casos de necesidad, se les exigía la entrega de armas a ambas fábricas, es decir tanto la de Buenos Aires como la de Tucumán. Durante el Segundo Triunvirato se adoptaron medidas para reforzar el sitio de Montevideo, acumulando hombres y pertrechos. Por acuerdo del 25 de mayo de 1813 se dispuso: “Se encarga al general Belgrano la remesa de las armas posibles y sobrantes aunque fuesen descompuestas, con el objeto de habilitarlas en esta Fábrica, instruyéndole al mismo tiempo de la novedad que daba mérito a esta prevención. Al Teniente Governador de Tucumán se ordenó que mandase 500 armas de chispa de las que estuviesen compuestas o en estado de composición, pues así lo exigía la seguridad nacional”.


Fuentes
Archivo General de la Nación, Guerra, 1812, leg. II en Luis Holmberg, Holmberg.
Clarín, 05 de diciembre 2008. Nicolás Pizzi
Documentos Archivo de Belgrano, t. IV, p. 45 en Luis Holmberg, Holmberg. El artillero, Buenos Aires, 1946.
Rafael M. Demaría, Historia de las armas de fuego en la Argentina. 1530-1852. Buenos Aires, Ediciones Cabargon, 1972.
www.arsenales.ejercito.mil.ar/institucional/especialidad-resenia.asp
www.clarin.com/diario/2008/12/06/um/m-01816776.htm
www.manuelbelgrano.gov.ar/belgrano_militar_fusiles.htm

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