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30 diciembre 2008

El Otto Wulff, una joya opacada del patrimonio porteño. Belgrano y Perú, barrio de Montserrat.

El Otto Wulff, una joya opacada del patrimonio porteño
La suciedad cubre el histórico edificio


El Otto Wulff, en la esquina de Belgrano y Perú

"La casa de la vieja virreina" fue otra denominación dada el edificio Otto Wulff cuando se lo inauguró, en 1914, en Belgrano y Perú, barrio de Montserrat. Se aludía a la casona que, a partir de 1801, fue residencia de Joaquín del Pino y Rozas, octavo virrey del Río de la Plata, a quien su viuda sobrevivió hasta edad muy avanzada.

En el solar que ocupa hoy el edificio existía, en 1780, una casona que fue adquirida en 1801 por el virrey Del Pino, para albergar a su numerosa familia (7 hijos de su primer matrimonio y 9 con Rafaela de Vera Mujica y López Pintado). El virrey murió en 1804, y en 1809, una de sus hijas, Juana del Pino y Balbastro, se casó con Bernardino Rivadavia. Rafaela de Vera falleció en 1816.

Después, la casona fue residencia obispal de la ciudad de Buenos Aires y, luego, vivienda del ministro de Portugal ante la Confederación, hasta 1878. El 23 mayo de ese año abrió sus puertas el Banco Municipal de Préstamos, antecedente fundacional del Banco Ciudad de Buenos Aires. El Montepío cerró en 1911. Tres años después, los últimos restos de la casa de la vieja virreina fueron demolidos y comenzó a erigirse el Otto Wulff.

La piedra basal de este pionero "rascacielos" porteño se colocó en 1912, fruto de la sociedad que formaron los empresarios Otto Wulff y Nicolás Mihanovich, quienes adquirieron el terreno, puesto en subasta en la suma 60.000 pesos. Allí se estableció la sede de la delegación diplomática del Imperio Austrohúngaro, del cual Mihanovich era cónsul honorario en la Argentina.

El arquitecto danés Morten F. Rönnow fue proyectista y director de la obra y la construcción estuvo a cargo de los ingenieros Dirks y Dates, que utilizaron materiales traídos de Europa. En la concepción edilicia del Otto Wulff, que cuenta con protección patrimonial, éste parece haber querido resistir la definición de una determinada corriente estilística.

Se ha situado al edificio en el Jugendstil, la versión germana del art nouveau , pero también posee rasgos renacentistas, del neogótico y del eclecticismo, más algunos trazos esotéricos del Palanti, principalmente los de su maravilloso Barolo.

Hacedores en la fachada
Asombran sus ocho atlantes, de cinco metros, en actitud de estar sustentando, desde el segundo piso, el resto de la edificación. Al observar con atención los tres colosos en el frente de Belgrano y los cinco restantes en el de Perú, se puede advertir que cada uno caracteriza a algún "hacedor" del Otto Wulff: albañil, carpintero, electricista, herrero, pintor, etcétera. No falta uno ¡con el rostro del mismo Rönnow!

La ornamentación incluye un sugestivo zoológico de cóndores, osos, pingüinos y lechuzas, entre otras especies.

Pero más sorprende la belleza de sus dos torres cupuladas, a partir del séptimo piso, hechas -como los atlantes- en hormigón armado, que rematan en dos altas agujas. Una lleva el sol en su extremo; la otra, la luna. Se conjeturó que representaban al emperador Francisco José y a su esposa, Elisabeth de Baviera (Sissí). La casa, de 56 unidades, está ocupada actualmente por oficinas comerciales y estudios de arquitectura.

¿Algún punto en contra? Sí, uno muy perceptible: la suciedad. Las dos primeras plantas lucen absolutamente negras, producto del hollín y el humo de los caños de escape.

Y los demás pisos muestran una fea tonalidad gris, generada por la combinación del excremento de palomas y la lluvia. Deplorable , en un edificio cuyo valor patrimonial es, en la valoración de especialistas, el más importante de Buenos Aires, junto con el de la confitería Del Molino.


Fuente:
La Nación Sábado 30 de agosto de 2008

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